Hace dos días (22/04/21) se llevó a cabo la Cumbre de Líderes Climáticos, convocada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que reunió a 40 países, incluido Brasil. Considerada como preparatoria de lo que se abordará en la COP 26 (Conferencia de las Partes) de este año, esta reunión de líderes muestra los logros e intenciones de los países en la lucha contra el cambio climático global.

Considerando los diversos escenarios futuros en el mundo y en Brasil, es casi seguro que se avecina una grave crisis sistémica (económica, climática, hídrica, alimentaria y migratoria) en los próximos años, sin considerar la crisis actual que ya estamos viviendo por la pandemia de Covid-19 19 y la falta de una gestión eficiente. Para enfrentar este peligro inminente, Brasil tiene algo que pocos países en el mundo tienen en cantidad y calidad, al menos por ahora, su Biodiversidad.

“Brasil es un país que alberga el 20% de toda la biodiversidad del planeta”

Brasil es un país que alberga el 20% de toda la biodiversidad del planeta, y que todavía tiene alrededor del 40% de su cobertura vegetal, albergando alrededor de 42 mil especies de flora y 140 mil de fauna mundial. La conversión de esta biodiversidad en servicios ecosistémicos convierte a Brasil actualmente en el tercer mayor exportador de productos forestales con el 3,64% del volumen total del mercado mundial, es exportador de más de 350 tipos de productos agrícolas, tiene previsión de duplicar la producción pesquera a alrededor de 1.145 toneladas, proporcionan alrededor de 43.000 empleos generados por el turismo, agregando alrededor de 1.500 millones de reales al PIB del país, además de ser el país con mayor potencial de producción de energía renovable en el mundo. Además de estos, hay varios otros números que demuestran la importancia de la conservación de la biodiversidad para el mantenimiento del bienestar humano y el desarrollo económico de un país. La industria farmacéutica es un ejemplo de esto, con varios productos generados a base de principios activos de especies de flora y fauna. Incluso sin la debida importancia en esta área por parte del gobierno, más de 245 especies de la flora brasileña son la base de productos farmacéuticos o cosméticos, y lamentablemente muchas de las patentes generadas a partir de productos naturales brasileños terminan siendo perdidas por empresas extranjeras.

El agua dulce es otro factor fundamental para el bienestar humano y, según las previsiones científicas, se convertirá en un recurso cada vez más escaso en el mundo. Frente a este problema futuro, Brasil es un país que posee cerca del 12% de toda el agua dulce del planeta, que lamentablemente viene despilfarrándola ya sea por el mal uso o por la creciente contaminación de sus recursos hídricos. Abundante agua dulce, inmenso litoral con regiones excepcionalmente ventosas, regiones con luz solar todo el año hacen de Brasil un país con la más amplia gama de posibilidades de energía renovable en el planeta, siendo el país más grande del mundo con capacidad para ser un ejemplo de reducción de CO2 y con mayores posibilidades de reducir a cero sus emisiones en un período de tiempo más corto.

Por ello, el único camino a seguir si queremos continuar con la calidad de vida que tenemos actualmente e incluso mejorar nuestra economía es el camino obligatorio de la sustentabilidad, y la elección de este camino debió hacerse hace mucho tiempo. Para seguir este camino, lo mínimo necesario es “asegurar el cumplimiento de las leyes existentes a través de mecanismos normativos y de incentivos, en línea con los compromisos de sustentabilidad global asumidos por el país”, compromisos que seguramente serán ratificados en la próxima COP 26 y ya previstos en la reciente Cumbre de Líderes Climáticos. En ese sentido, la concordancia entre lo que se dice y lo que se hace por Brasil es de suma importancia para la efectividad de las metas establecidas desde el último acuerdo de París y recordadas recientemente en el discurso del Presidente de Brasil en la Cumbre de Líderes del Clima. Sin embargo, lamentablemente los datos de los últimos años sobre el medio ambiente, en particular, la deforestación y los incendios en los biomas de la Amazonía y el Pantanal, muestran un total desacuerdo entre lo que se dice y lo que hace Brasil en la lucha contra el cambio climático.

La pérdida de biodiversidad en Brasil, causada principalmente por la deforestación y quema ilegal, además de ser un problema de incumplimiento de la ley, es esencialmente un problema de falta de visión sobre la importancia de la biodiversidad en las políticas de desarrollo del país, ya que actualmente la biodiversidad es percibida como un obstáculo o, a lo sumo, como un apéndice del proceso de desarrollo.

Los principios activos de varios productos farmacéuticos derivados de especies son una evidencia real de que la biodiversidad puede y debe ser la base para ganar competitividad en un entorno global. Los medicamentos y las vacunas ejemplifican el uso de la biodiversidad dentro de la economía, generando miles de millones de dólares para las industrias farmacéuticas. El uso de tecnologías más sustentables es otra parte del camino a seguir, y en ese sentido ya se ve en parte, pues más del 40% de la energía en Brasil ya proviene de fuentes renovables.

Y cada paso que se dé en este camino hacia la sustentabilidad solo será posible mediante la implementación de una política científica y tecnológica que se base en los principios del desarrollo sustentable y de una investigación científica que esté para ser considerada en la toma de decisiones y no solo leída por otros. científicos., o peor, ignorados por políticos y tomadores de decisiones.

Necesitamos dejar de ser un país de potencialidades y convertirnos en la potencia mundial en la lucha contra el cambio climático, necesitamos dejar de pensar que la economía y el medio ambiente son temas separados, y que solo el crecimiento de uno se debe a la disminución del otro. , necesitamos abrir los ojos a todas las riquezas que nuestra biodiversidad tiene para ofrecer y, sobre todo, debemos entender que el agua que bebemos, los alimentos que cultivamos, la energía que usamos, es decir, los ecoservicios sistémicos que disfrutamos sólo son posibles gracias al equilibrio de nuestra biodiversidad, que lamentablemente hoy está al filo de la navaja.

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